Vincent De Gaulejac, sociologo francés, considera que el contexto histórico familiar en el que nacimos y fuimos creciendo es fundamental en la construcción de quien somos. Las trayectorias de la sociedad influyen sobre las familias y por tanto en nuestras trayectorias individuales.

Los llamados habitus, es decir “disposiciones”, formas de hacer, pensar y sentir asociados a una posición dentro de la sociedad se sostienen de generación en generación e impactan en nuestro comportamiento.

A veces, repetimos comportamientos solo por fidelidad a aquellos que los engendraron, aun siendo actualmente inadecuados. En nuestro discurso, encontramos el discurso de nuestros padres o abuelos, tomado como propio.

Un ejemplo es la idea de que se debe trabajar duro, sin dejar lugar al ocio o a la diversión. Este modo de pensar se va trasmitiendo dentro de familias donde quizá para las primeras generaciones sí era necesario trabajar todo el día para subsistir y salir adelante, pero ya no lo es para la persona que luego de varias generaciones, tiene un trabajo estable e ingresos que le permiten cómodamente vivir. Sin embargo para ésta persona pensar de una manera diferente significaría defraudar a los suyos.

Al pensar nuestra historia familiar, es fundamental discernir que esa es solo una versión y que existen otros puntos de vista. De esta forma es posible elaborar una historia con un nuevo sentido. No es necesario ni eliminar ni resistirse a todas aquellas influencias que recibimos a lo largo de nuestra vida: si desarrollar consciencia sobre las mismas.

Desde chicos se depositan intenciones, deseos, exigencias, expectativas. Recibimos proyectos escolares, profesionales, económicos, familiares y matrimoniales, a veces de forma implicita y otras de forma explicita. Frente a todo esto el sujeto tiene el desafío de tener que ser “sí mismo” y encontrar su propio deseo.

Ser “uno mismo”, reconstruir la historia individual y familiar nos libera de sentirnos encerrados en un rol que no queremos tener. Nos ayuda a cuestionar los mandatos que recibimos en torno a lo profesional, lo que es un “buen” trabajo, cómo se debe trabajar y qué papel tiene el trabajo en la vida. Nos permite en definitiva distinguir lo propio de lo ajeno, aunque la linea sea fina: no nos convertimos en sujetos con la ausencia de los demás y es imposible pensarnos independientemente del mundo.

Hoy en día se observan cambios en las formas de pensar y apertura a nuevos estilos de vida. ¿Será a costa de una lucha interna por vencer todos estos mandatos?